Esto, debido a que consejeros del Partido Republicano plantean suprimir la norma sobre igualar la fecha de segunda vuelta presidencial con las parlamentarias.
Para ahondar sobre estos temas, en Actualidad Jurídica conversamos con Francisco Soto, académico de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile e integrante de la Comisión Experta, quien abordó los cambios al sistema político y los nuevos mecanismos de participación y representación ciudadana que presenta el anteproyecto.
¿Qué cambios presenta el anteproyecto respecto a fortalecer los partidos políticos y disminuir su fragmentación?
El sistema político en Chile está en una crisis bien importante, que se viene generando por la falta de participación. Chile registra la mayor caída de participación en el mundo de la vuelta de la democracia, hasta las elecciones previas al estallido social, donde hubo un cambio importante en cuanto al voto obligatorio y compromiso ciudadano en las elecciones de representantes y que ha venido bajando ostensiblemente en la participación, lo que va en coherencia con la crisis de legitimidad de las instituciones, particularmente con el Congreso. Tenemos una región que más desconfía del Congreso y el que tiene menos legitimidad de Latinoamérica es el chileno, pese a que en la región se han tomado medidas y nuevas constituciones, no ha existido hasta la fecha cambios estructurales en cómo se discuten las leyes y cómo se relaciona la ciudadanía con los parlamentarios.
En ese sentido, en este proceso quisimos introducir cambios estructurales como intervenir la relación entre los partidos, la ciudadanía y los representantes. Hoy en día hay doce partidos en formación, adicionalmente de los 21 que ya existen. Es común compartir el diagnóstico para corregir esto. Por lo pronto, nosotros establecimos un epígrafe destinado a regular los partidos políticos y darle más atribuciones al Servel en el control de los conflictos que pueden suceder entre partidos, pero también de las elecciones. Nuestro objetivo fue que, a través de esto, dotáramos con más facultades a la directiva, sobre todo para controlar a los representantes que tienen en el Congreso. Justamente se establecen medidas para la disciplina partidaria, mayor control de los parlamentarios y se hace sistemáticamente una propuesta por los partidos programáticos.
¿Y en cuanto a disminuir la fragmentación de los partidos?
Uno de los mecanismos es establecer la exigencia de que no solamente se elijan a representantes de partidos, sino que, para poder ingresar al Congreso, el partido debe tener un umbral del 5% de representación a nivel nacional. El problema es que, cerca del 80% de los partidos que están en el Congreso están bajo ese umbral, entonces, es importante que los partidos que tengan representación sean los más relevantes. Se incorpora un segundo mecanismo que, en la experiencia comparada, dice que es más eficiente que el umbral y está orientado a elegir representantes del Congreso en la segunda vuelta presidencial. Cuando se eligen en primera vuelta, con la presencia de 8 o 9 candidatos, uno tiende a votar por un gran número de partidos que están en competencia; mientras que, si se da en segunda vuelta, uno tiende a concentrar la votación por lo menos en los dos candidatos que se pesan en esa segunda vuelta.
Ahora último, algunos consejeros del Partido Republicano evalúan suprimir la norma sobre igualar la fecha de segunda vuelta presidencial con las parlamentarias, ¿cómo observa esto?
Yo pienso que estos temas están en discusión y uno no se puede enamorar de sus propuestas. Mi impresión es que este mecanismo es más eficiente que el 5% establecido en el Anteproyecto. Hay gente que le gusta más el 5% que esta segunda fórmula. Desde el oficialismo, creemos que estamos en un momento clave para poder establecer correcciones en el sistema político y hacer un pool de fórmulas que realmente generen el impacto deseado. Yo creo que Republicanos se equivoca en intervenir estas fórmulas porque, si quieren ser gobierno, van a ser fuertemente afectados por la gran cantidad de partidos. Hay estudios que dicen que el tema del umbral muchas veces es saltado por pactos que generan los partidos para sobrevivir. Entonces, es mucho más eficiente esta fórmula porque opera desde el voto, no de la acción de los partidos.
Respecto a mejorar la legitimidad del actual sistema político, ¿qué nuevos mecanismos de creación y participación ciudadana están presentes en el Anteproyecto?
Establecimos tres dimensiones de participación que complementan la representación. Uno tiene que ver con el proceso de formación de la ley, que básicamente incorporamos dos mecanismos que son habitualmente regulados en las constituciones europeas y latinoamericanas. Por ejemplo, está la iniciativa legislativa popular, un mecanismo que supone a través de juntar un determinado número de firmas, uno puede presentar un proyecto para que se discuta en el Congreso, lo que se conoce como iniciativa popular débil, donde lo que hace es nutrir el debate parlamentario de temáticas que generalmente ellos no visibilizan o no forman parte de la agenda tradicional. Aquí se estableció una fórmula muy particular y única para activar estos mecanismos en sistemas presidencialistas, y que tiene que ver con que el presidente pueda hacer suya la iniciativa, y a través de un trámite, poner en discusión un proyecto generado por iniciativa ciudadana en el Congreso.
El otro mecanismo es menos habitual pero importante en algunos países como Uruguay e Italia, que es la iniciativa popular para derogar total o parcialmente una ley que ha sido aprobada por el Congreso. Este es un mecanismo más fuerte y tiene varias fórmulas de control que establece no solamente el control que surge por juntar firmas, sino que existe un control preventivo del SERVEL, que es de forma. También existe un control de fondo que hace el Tribunal Constitucional, en este caso la Corte Constitucional, donde exige por ejemplo que la iniciativa sea realmente una derogación y se restringe en materia de iniciativa exclusiva del presidente que tenga que ver con gastos y materia de tratados internacionales.
Como tercera suerte de control, es que se tiene que ganar mediante un plebiscito o referéndum. Eso supone el voto obligatorio y una participación ciudadana al menos del 40% que es el umbral propuesto, lo que es un estándar bien exigente. Por último, una vez pasado todos estos obstáculos, la iniciativa vuelve al Congreso para que éste adopte las medidas pertinentes.
En cuanto a la figura del presidente de la República, ¿qué atribuciones y cambios contiene el anteproyecto respecto a este tema?
Lo importante es que esta crisis de legitimidad, si uno revisa las experiencias comparadas, ninguno cambió de sistema político. Eso tiene que ver porque detrás de un sistema político muchas veces existen costumbres hacia los ciudadanos. La idea de elegir al presidente está muy arraigada en Chile y es una práctica que, si no se realiza, podría incluso generar un efecto más nocivo frente a la credibilidad de los ciudadanos en las autoridades que la que existe hoy día. En ese sentido, nos pareció que era importante dar ciertas señales de estabilidad y mantener el sistema presidencialista.
El punto es que, las reformas al sistema presidencialista en Chile no han generado el efecto deseado en los últimos 15 a 20 años. Para nosotros, el darle viabilidad al sistema político no pasaba por dar más atribuciones al presidente, sino más bien, buscar la cooperación del Congreso con el mandatario. Por otro lado, para que esta cooperación sea eficiente, pasamos a darle herramientas técnicas al Congreso para que pueda hacer una efectiva contraparte en la negociación de los procesos legislativos.
Por otra parte, se establecen las urgencias en el sistema actual que están en descrédito porque no existe cómo poder exigir al Congreso cumplir las urgencias que define el presidente. Para eso, incorporamos un mecanismo de sanción al incumplimiento de las urgencias y que también no puedan ser más de un número determinado por comisión, para no recargar la labor de los parlamentarios y que se concentren en los proyectos que fueron agendados en coordinación entre el Congreso y el presidente. Además, en cuanto a tecnificar el trabajo parlamentario, está la oficina vinculada al presupuesto que permitiría equilibrar la cancha entre hacienda y su trabajo presupuestario y el Congreso.
¿Usted era de los que preferían el sistema presidencial o abogó por un sistema parlamentario?
Tengo la impresión de que ese debate entusiasma mucho en Chile. Sin embargo, lo que hoy día existe son sistemas híbridos que recogen ciertos elementos del sistema presidencialista, otros del sistema parlamentario o de mecanismos que hacen convivir por ejemplo a un vicepresidente. Cuando se iba a dar esa conversación, con el desgaste que venía del proceso anterior y de lo que significó abrir esta válvula, llevó a que los partidos no quisieran reflexionar y ahondar en las distintas opciones que existen y prefirieron mantener el modelo. Por eso, mi contraparte no estaba muy entusiasmada de generar esa conversación, por lo cual, nos concentramos en medidas de colaboración y tecnificación del Congreso.
Por último, ¿qué expectativas tiene hasta el momento del trabajo realizado en el Consejo y cómo proyecta el plebiscito de diciembre?
Para nosotros fue clave la idea de que teníamos que presentar un texto consensuado que generara un acuerdo amplio, y de hecho logramos un acuerdo que iba entre el partido republicano y el partido comunista. Si el Consejo abre un debate de una propuesta que representa una minoría y logra imponer como resultado de una votación electoral, el efecto es muy adverso, como pasó en la convención pasada. En ese sentido, pensamos que es clave que en este proceso -a pesar de que haya una mayoría republicana o de derecha- el texto tenga esas características de un acuerdo amplio porque la desconfianza de la ciudadanía se ha ido acumulando en el tiempo. Hay gente que va a votar rechazo sí o sí cualquiera sea el texto que se proponga, y eso se viene mostrando en las sucesivas encuestas. Entonces, la única manera de revertir ese ambiente polarizado, crítico y desconfiado, es con un gran acuerdo que se pueda articular en estos meses de trabajo.