26-11-2025
HomeOpiniónIndependencia judicial y defensa de la democracia

Independencia judicial y defensa de la democracia

La pérdida paulatina de la independencia judicial debe ser observada como un problema de salud pública cuando no se siembran los valores en una sociedad que pueda, en un momento histórico, responder contra intentos autocráticos de control social para desmontar las libertades públicas. Muchos ejemplos existen en la historia de la humanidad, cuando sociedades abiertamente democráticas, que han atravesado crisis de valores en el relacionamiento Estado-burocracia-sociedad han visto perder su estabilidad democrática en manos de tiranos y déspotas que, frente a una sociedad sin estructura interna de valores morales como respuesta, han establecido regímenes autoritarios competitivos y gobiernos autocráticos.

Si revisamos la doctrina de grandes teóricos respecto a lo que es ontológicamente la democracia, como Robert Dahl por ejemplo, encontraremos lugares comunes que dicen de la existencia de un consenso societal cooperativo en donde todos los miembros que se han otorgado una Constitución que los rija, y a la cual deciden obedecer se consideran “…políticamente iguales.” Igualdad que les faculta para someterse a la Constitución y a la estructura normativa que de ella dependa. Son reglas de juego fundamentales que va a facilitar la viabilidad del espacio de libertades que gobernarán la vida de todos.

Es decir, que una democracia sana como forma de vida del colectivo es promovida por cuatro aspectos fundamentales: 1- Participación equitativa en la definición de una agenda pública a través de sus representantes, y transparencia en su elección. 2- Igualdad en el sufragio, 3- Educación para vivir en democracia y 4-Indepdencia de los tribunales. 

Considero a estos aspectos piedras angulares para que, en una sociedad, la democracia se constituya en una forma de vida. Primero, si el grueso o una parte importante de la población no se siente corresponsable de la agenda pública decisional, en cada uno de los temas de su elección, y ésta siempre es definida por los poderes públicos sin la debida consulta y correspondencia, el interés por la participación electoral se irá perdiendo lentamente y cada día más esa población sentirá una distancia con sus representantes que podrá ser cuantificada en los niveles de abstención electoral a la hora de elegir a los gobernantes de turno de acuerdo a las reglas electorales que se haya dado esa sociedad. Es decir, pueda que existan aun las reglas, pero, la población lentamente empezará a apartarse de ellas y a dejar la responsabilidad en las manos de unos pocos. Lo mismo ocurre cuando el derecho al sufragio, se desdibuja en la conciencia ciudadana o porque las instituciones no facilitan la transparencia que le otorgue legitimidad al acto decisional.

Por ello, la Educación para la democracia que propicie una didáctica clara, directa y sencilla a buena parte del pueblo no capacitado formalmente en el conocimiento de las leyes y de sus efectos de cómo son las reglas de juego social, la obediencia constitucional, Inclusive, en forma lúdica y amena, se constituye en la columna vertebral para generar ese sentimiento de necesidad de que la democracia sea una forma de vivir en sociedad. Eso evitará que regímenes o democracias fallidas que decantan en autoritarismos competitivos, como es el claro ejemplo de la Venezuela de Maduro, intenten gestionar implantaciones democráticas sobre sociedades que se han acostumbrado a obedecer por dádivas o a resistir sin libertad.

La necesidad de erradicar la impunidad del tejido social y que operen los canales justiciables de manera correcta sin la intermediación de intereses es una de las metas que toda sociedad democrática debe buscar alcanzar. Eso garantizará dos aspectos fundamentales de la convivencia en libertad: 1- la seguridad jurídica y ciudadana y 2-el respeto que toda sociedad debe darse a sí misma en un foro de subordinación absoluto al acuerdo de consenso social (Constitución y leyes) que se han otorgado. Una sociedad que livianamente juegue con el rol que debe acometer el aparato judicial, permitiendo fisuras de corrupción, dependencia a órdenes de espacios políticos o empresariales, y que no actúe en función a los principios de bien común, justicia y seguridad para todos, está condenada tarde o temprano a perder su libertad en manos de una autocracia u otra forma despótica que nace de los rastrojos de una democracia fallida. 

Comparte el contenido:
Etiquetas de Publicación
Escrito por

Doctorando de la Facultad de Derecho, U.Central.