19-05-2024
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Lo que no puede renunciar la Universidad

Desde su concepción, la misión de la Universidad ha evolucionado muy significativamente. Lo que una vez fue un lugar de erudición, un espacio donde el conocimiento se transmitía de generación en generación, ha evolucionado en una entidad de central importancia en la sociedad contemporánea. Hoy, quizá más que nunca, la Universidad enfrenta el desafío de redefinir su propósito en un mundo en constante y acelerada transformación. De entrada, su rol es más que la simple diseminación de información a sus estudiantes; su tarea irrenunciable es enseñar a pensar y a pensar por cuenta propia.

La Universidad fue considerada como una torre de conocimiento, donde los maestros impartían su saber y los estudiantes lo absorbían. Sin embargo, esta perspectiva caducó y ha evolucionado hacia la comprensión de que la educación superior es una plataforma para el desarrollo intelectual y la formación de ciudadanos completos, en cuanto adultos y libres. Por ello consideramos que la tarea fundamental de la Universidad no es solo entregar información, sino cultivar habilidades críticas y capacidades de pensamiento autónomo.

En el pasado, la educación se centraba en la acumulación de datos, mientras que hoy el énfasis ha cambiado o está cambiando hacia el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico. La capacidad de analizar, evaluar y sintetizar información se ha vuelto crucial en un mundo inundado de datos, todos a un clic de distancia. En este escenario, los docentes debemos ser facilitadores del aprendizaje, que, abandonando la enseñanza enciclopédica, se tornen en verdaderos guías que orienten a los estudiantes en el proceso de explorar diversas perspectivas y cuestionar lo que se da por sentado. Enseñar a pensar implica fomentar la curiosidad, el escepticismo constructivo y la capacidad de formar argumentos sólidos basados en la evidencia.

En efecto, en una era donde la información está al alcance de un clic, la verdadera competencia radica en la capacidad de evaluar críticamente la información y formar opiniones fundamentadas. El pensamiento independiente y autónomo es esencial para evitar la aceptación pasiva de ideas preestablecidas. Los estudiantes deben aprender a cuestionar, explorar y crear, lo que en última instancia contribuirá a una sociedad más innovadora.

Es crucial que la Universidad no sucumba a la tentación de convertirse en una fábrica de «pseudo ciudadanos dóciles y útiles en el peor sentido posible». En una época donde la tecnología avanza a pasos agigantados y las presiones económicas son intensas, existe la posibilidad de que las instituciones educativas se centren únicamente en la formación técnica y la capacitación laboral (de allí las innovaciones tan creativas de planes y mallas que se ven hoy por hoy). Sin embargo, esta visión estrecha, al menos incompleta, pasa por alto la verdadera esencia de la educación superior: fomentar la reflexión profunda, la empatía, la ética y la comprensión interdisciplinaria.

La Universidad, como institución educadora por excelencia, debe transformarse en un faro de pensamiento crítico y autonomía intelectual. Debe proporcionar un espacio donde los estudiantes no solo adquieran conocimientos, sino donde también aprendan a cuestionar, a desafiar y a construir. El objetivo final es formar ciudadanos activos y comprometidos que estén dispuestos a abordar los desafíos globales con creatividad y responsabilidad.

Dicho de otro modo, la Universidad no puede perder de vista su misión fundamental: enseñar a pensar y pensar por cuenta propia. En un mundo que cambia rápidamente, esta habilidad trasciende la mera acumulación de información y se convierte en el cimiento sobre el cual se construyen ciudadanos críticos y comprometidos. En este camino, los docentes tienen un papel esencial, actuando como guías que inspiran a los estudiantes a explorar, cuestionar y crear. La Universidad, como centro de aprendizaje, tiene la responsabilidad ineludible de cultivar mentes pensantes que enriquezcan el tejido mismo de la sociedad. Los cambios e innovaciones en planes y mallas deben considerar este objetivo central. Para otra cosa, mejor no seguir llamándola Universidades, y no seguir llamándolos docentes.

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Escrito por

Abogado y Académico Universidad de Talca, Doctor en Derecho Procesal Universidad Complutense de Madrid.