26-11-2025
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Manuel Campos sobre el legado del Grupo de los 24 y su vigencia constitucional: “Las cosas que importan se defienden incluso a costa de uno mismo”

A más de cuatro décadas del trabajo del Grupo de Estudios Constitucionales, conocido como el Grupo de los 24, su legado vuelve a cobrar fuerza. En conversación con Actualidad Jurídica: el blog de DOE, el vicedecano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Concepción, Manuel Campos, reflexiona sobre la vigencia de las ideas de este colectivo intelectual que, durante la dictadura, propuso una alternativa democrática al texto de 1980 y que, según él, sigue marcando el debate actual.

Usted plantea que muchas buenas propuestas del debate constitucional reciente no eran epifanías nuevas, sino ideas que ya estaban presentes en el Grupo de los 24. ¿Qué ejemplo concreto mostraría de eso?

Hay varios temas que pueden considerarse tópicos recurrentes en los procesos de cambio constitucional y que ya estaban presentes en el Grupo de los 24. Un ejemplo claro es la idea de modificar la estructura del Estado para avanzar hacia un modelo más descentralizado. No necesariamente un Estado federal, pero sí uno que otorgue mayor autonomía a las regiones. Otro punto es el equilibrio de poderes, salir del hiperpresidencialismo tan propio de América Latina, que el grupo ya había identificado como un problema. Ambos son temas que se discutieron a fines de los setenta y que siguen apareciendo en los debates actuales.

El grupo optó por perfeccionar la Constitución del 25 en lugar de exigir una nueva. Hoy, viendo el resultado histórico, ¿esa táctica fue el único camino posible o una renuncia producto del contexto autoritario?

En nuestra historia constitucional, muchas veces los intentos de reformar una Constitución han terminado en una nueva. Por eso, elegir el camino de la reforma no implica necesariamente una renuncia. Tampoco creo que el grupo lo haya visto como la única opción posible. En su momento, se planteó un proceso participativo y representativo de la ciudadanía, algo muy similar a lo que hoy entenderíamos como una asamblea constituyente. Su enfoque fue realista: entendieron que las transformaciones duraderas requieren diálogo y acuerdos amplios. Cuando tratamos de imponer una visión sobre otra, los resultados son negativos. Chile es una sociedad plural y necesita construir consensos mínimos que den estabilidad. En ese sentido, las propuestas del grupo apuntaban justamente a eso.

Usted enfatiza que el grupo actuó con sentido cívico y republicano, más allá de las militancias. ¿Qué institucionalidad actual podría recuperar ese tono y no quedar capturada por identidades políticas más triviales?

Es indispensable fortalecer los partidos políticos. Los sistemas democráticos más estables se sostienen en partidos fuertes, con identidad clara y proyectos definidos. Hoy, en cambio, muchas candidaturas se construyen sobre el descontento y la ira, sin mecanismos concretos para ejecutar sus propuestas. Es una política más emocional que racional. Esa pérdida de estructura está directamente vinculada al debilitamiento de los partidos. No se trata de defender a la clase política, sino de reconocer que sin partidos sólidos no hay democracia estable.

Varias reformas clave de los años noventa y de 2005 recogieron ideas del grupo. ¿Qué propuestas se perdieron en el camino y deberían volver al centro del debate?

Una de las ideas que se ha diluido es la descentralización efectiva. Las regiones necesitan más poder político y administrativo. La regionalización se ha abordado solo como una forma de acercar el Estado a las personas, pero no como una política para fortalecer territorios con identidades y desafíos comunes. Chile necesita una división político-administrativa más sólida, con macrozonas capaces de actuar en pie de igualdad con el poder central. La atomización actual debilita al regionalismo en lugar de fortalecerlo.

¿Por qué cree que el aporte colectivo del Grupo de los 24 ha sido tan subestimado?

En parte porque las generaciones más recientes del derecho constitucional se han sentido ajenas a esa tradición. Muchos académicos buscaron vincularse directamente con constitucionalistas previos a la dictadura, saltándose al grupo y al período de transición. Creo que influyó el que varios de sus miembros asumieran roles políticos relevantes tras el retorno a la democracia, lo que hizo que su figura quedara politizada. Pero hay que poner las cosas en contexto. Es muy distinto oponerse a un régimen autoritario desde la seguridad del hogar que hacerlo cuando están en riesgo la libertad o la vida. Esa valentía intelectual del grupo ha sido subvalorada por razones más políticas que académicas.

Usted participó en la iniciativa conjunta entre el CED, la Universidad de Chile y la Universidad de Concepción para rescatar su legado. ¿Por qué considera importante ese trabajo colectivo?

Porque es la primera vez que se articula una iniciativa colectiva para estudiar y difundir el pensamiento del grupo. Antes existían esfuerzos individuales, publicaciones de los años noventa, pero no un trabajo coordinado de esta magnitud. Esa colaboración permite visibilizar su aporte y reinsertarlo en la discusión constitucional contemporánea.

Si tuviera que explicarle a un estudiante de primer año qué fue lo radical del grupo, ¿qué frase usaría?

Diría que las cosas que importan se defienden incluso a costa de uno mismo. El Grupo de los 24 fue una oposición intelectual al autoritarismo, formada por personas que arriesgaron mucho más que su prestigio académico. Cuando uno está dispuesto a poner en riesgo su seguridad, su carrera o su vida por defender sus ideales, ahí se revela lo que realmente importa. No podemos comparar eso con manifestaciones simbólicas más recientes: ellos se jugaron todo. Su radicalidad fue tener el coraje de defender la democracia cuando hacerlo no era seguro ni conveniente.

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